miércoles, 29 de septiembre de 2010

MUJER QUE LEE...


Una mañana, el marido vuelve a su cabaña después de varias horas de pesca y decide dormir una siesta. Aunque no conoce bien el lago, la mujer decide salir en la lancha. Se mete lago adentro, tira el ancla  y se dispone a leer un libro..

Viene un Guardián en su lancha, se acerca a la mujer y dice:

'Buenos días, señora. ¿Qué está haciendo? '
- Leyendo un libro- responde ella (pensando '¿No es obvio?')
-Está en zona restringida para pescar- le informa Él.
- Disculpe, oficial, pero no estoy pescando, estoy leyendo.
-Si, pero tiene todo el equipo, por lo que veo, podría empezar en
cualquier momento, tendré que llevarla y detenerla.
- Si hace eso, lo tendré que acusar de abuso sexual- dice la mujer...
-Pero ni siquiera la toqué !!! - dice el guarda.
- Es cierto, pero tiene todo el equipo. Por lo que veo, podría empezar en
cualquier momento.
-Disculpe, que tenga un buen día, "señora", y se fue....

                              MORALEJA:
Nunca discutas con una mujer que lee.. porque...mujer que lee... Sabe pensar!!!!

Envía esto a mujeres que sean pensantes... Y a los hombres que sean
capaces de reconocer esa inteligencia.

Por corto que sea el camino... Quien pisa fuerte deja su huella....

Compartido por Missael G. Groo Morales

viernes, 24 de septiembre de 2010

EL SENTIDO DE LA VIDA

EL SENTIDO DE LA VIDA


que la francmasonería propone a sus adeptos
según la interpretación personal de quien suscribe esta ponencia


Los humanos tenemos distintas visiones de lo que entendemos por el mundo, el cosmos, nuestra  propia existencia así como la interpretación que pudiésemos tener del sentido de la vida; o como algunos plantean en esos posters que se ven en las calles: “¿Para qué estoy aquí en la Tierra?”.


La institución masónica nos propone una visión propia, un conocimiento del mundo basado en la conciencia, la razón y nuestros sentidos, y no en una Revelación Divina (entendiendo por ésta la acción directa de un Dios para manifestarse por su libre iniciativa, de modo que dicha contacto, se supone, trasciende la realidad natural).


Por ello es que para la francmasonería “el conocimiento” es de suma importancia para dar sentido a la vida, así como para cumplir con el “propósito” de nuestra existencia (parafraseando al personaje del Sr. Smith de la trilogía ‘MATRIX’). Y es que aparentemente esta es la intención de cuanto existe, existió y existirá en nuestro Universo (al menos desde mi muy personal punto de vista): recabar información, elementos suficientes con los que generar la siguiente generación, y que a la vez nutren al Universo mismo. Pareciese esto la visión del cosmos que tenían los hindúes hace milenios, pues consideraban que todo cuanto ha existido y existe constituye la experiencia de aquello que damos por nombrar ‘Dios’, quien al despertar de un sueño de eones crea tras su letargo todo lo existente, recabando la información a través de sus criaturas contingentes y atrayéndolas hacia sí para luego volver a concentrarse, encerrarse en sí mismo y volver a dormir hasta el próximo despertar.


Desde luego esta es solo mi intuición basada en la propuesta de la mentalidad India mucho antes de las perniciosas religiones hijas del padre Abraham (judaísmo, cristianismo e islam), pero que me parece se aproxima a lo que la física y la astrofísica proponen. Por ello es que el pensamiento científico es de suma importancia para el iniciado, o debería serlo.


Tan es así que la francmasonería nos plantea que la ciencia es un puerto seguro donde refugiarse de las tempestades de la duda y el error.


Para ello emplea la “duda filosófica” como instrumento que ha de ayudar a nuestras mentes para aprender a racionalizar lo que se ofrezca a nuestros sentidos, y así replantearnos todo lo que previamente hemos aprendido, en un proceso de mayéutica que, como implica su raíz etimológica, involucrará necesariamente el dolor de un parto simbólico cuyo desenlace esperado es la Generación de un hombre renovado, dueño de su inteligencia y voluntad, facultades intelectuales y morales que el francmasón deberá conocer para su óptimo desarrollo y equilibrio personal.


De ahí la conveniencia de alentar la curiosidad humana, la cual constituye siempre un buen principio en la vida del Hombre, y la institución masónica busca despertarla en los hermanos sobre sí mismos, a fin de cumplir el apotegma griego “Homo gnose te ipsum”, sobre la naturaleza que le rodea y de la que proviene, así como la curiosidad sobre las miserias propias y las sociales, así como sus causas reales, a fin de provocar en sus adeptos una discusión ilustrada y profunda sobre su remedio más eficaz.


Esta postura aparentemente racionalista se ve confrontada con otra que pareciese serle contradictoria, pues al mismo tiempo la francmasonería no admite en sus filas sino a quien manifieste convicción en la existencia de un ser supremo, al grado de asegurar que la “idea” es la mejor prueba de la existencia de Dios.


A esta última visión se le conoce como “Revelación Natural”, y es aquella por la cual a partir de la realidad del universo, la naturaleza y el mismo ser humano, podemos, con el solo uso de la luz natural de la razón, llegar al conocimiento y certeza de la existencia de un Dios Creador.


De ahí que sea cierta la afirmación de que la francmasonería ofrece a sus adeptos una religiosidad natural, aquella que todo hombre en el planeta busca y practica: ‘hacer el bien y evitar el mal’.


Recorriendo este sendero de la generación del pensamiento, desde su inicio en el alumbramiento del hombre que reconoce su paso evolutivo, balbuceante y trastabillante hacia el ‘homo sapiens sapiens’, y pasando por su desarrollo en el aprendizaje de las ciencias y el desarrollo de las virtudes que le hacen un ‘zoon politikon’ en sociedad, el iniciado culmina coronando su travesía con la comprensión (siempre personal pero a la vez hermanada a toda nuestra especie) de su aparente fin en el fenómeno de la muerte, reconociendo en ella la posibilidad de trascender ‘ad aeternum’ por el legado que deja tras de sí, en una descomposición y fermento que eventualmente producirá nueva vida por el contrastante fin de su fecunda existencia, todo esto bellamente adornado en el marco de alegorías astronómicas, morales y filosóficas, y sumamente enriquecido por las un mil posibilidades de significados (científicos y morales) que el Simbolismo ofrece a quienes se adentren en él.


Por otra parte el sentido común (que nos mantiene bien anclados a la realidad) nos alerta a comprender que no hay ‘conciencia’ o ‘revelación’ alguna (como quiera que las concibamos) que existan al margen de la subjetividad de las mentes que las conciben y/o perciben, así como de sus respetables pero subjetivos bagajes intelectuales y vivenciales. Es decir, que cualquier información que llegue a nuestra mente al través de nuestros sentidos ha de verse también enriquecida, contaminada, o al fin y al cabo afectada, por el cúmulo de otros datos que obtengamos de nuestras experiencias personales, aprendizaje, constructos sociales, arquetipos, idiosincrasias, etc.


De ahí que se entienda que la institución francmasónica (allende el hecho de proponer a sus iniciados la rigurosidad del método científico, así como el raciocinio y la Deducción en general para entender el mundo) también, en una postura ecléctica, recoge de la historia humana el cúmulo de pensamiento esotérico que se ha generado desde su origen, preámbulo para algunos de lo que el razonamiento científico habría de explicar más tarde, pero para otros más sigue constituyendo una ventana abierta a miles de posibilidades en el camino de la Intuición o la Fe, esto en el mejor de los casos, pero desgraciadamente también puede a veces rayar en el más simplón de los pensamientos mágicos, tan gustados por la cultura pop.


Por eso es que la francmasonería, en esta postura aparentemente solo racionalista, plantea que es la Conciencia la que, convenientemente ilustrada, es suficiente para hacernos conocer las nociones de lo bueno y justo, independientemente de toda revelación.


Ella, la conciencia humana (micro representación de la macro cósmica), constituye un tabernáculo sagrado, nuestro “sancta sanctorum”, urna o mausoleo de los restos simbólicos del Adam Kadmon (“Hombre Primordial”) que la Francmasonería ha creado (en su propia mitología) para representarnos en su leyenda la resurrección cósmica o perpetuo devenir del G\A\D\U\[1][1], la simbólica resurrección solar así como la humana, en ese principio de generación de la materia que constituye el tetraedro como sólido regular más sencillo y principio de todos los demás.


Por ello se entiende que la francmasonería también recoja en su seno conceptos tan abstractos y atemporales como el de la “eterna recurrencia” o Palingenesia, y la Metempsicosis. De ahí que proponga la posibilidad de la existencia de un alma inmortal, analizada con la profundidad de las diversas posturas religiosas, filosóficas y hasta científicas para entender el sentido más profundo del primer principio de la termodinámica, consagrado en la llamada Ley de la Conservación de la Energía, por la cual sabemos que ésta (y la materia que de ella procede y estamos hechos) no se crea ni se destruye, sólo se transforma.


Desde esta tesitura la francmasonería considera a la Inteligencia del ser humano como una emanación directa de la Causa Primera o G\A\D\U\, simbolizando este devenir desde el macro cosmos hasta nuestra naturaleza micro cósmica en la numerología, para lo cual nos la representa en la forma en que la mónada o unidad contiene en sí a la dualidad, y como con ésta a su vez engendran al ternario; de igual forma la simboliza en tres círculos concéntricos, del cual el primero lo constituye esa misma divinidad, y dentro del cual se hallan otros dos círculos o esferas, siendo éstas el espacio o mente universal y el verbo o Logos. Pero en el centro de todo se hallaría un cubo con la letra de la columna blanca y masculina del templo salomónico, la dedicada a la Sabiduría o a la segunda Sephira. Así las cosas, con el Ternario propuesto por los círculos concéntricos y el Cuaternario del cubo y sus múltiplos en números como el 16 y el 64, se nos propone la conjunción de ambos en el Septenario y la perfección que éste implica simbólicamente, espíritu y materia a través de las cuales se manifiesta esa Suprema Inteligencia en su camino evolutivo hacia una supuesta sexta raza humana en gestación, hipotética y esperanzadora, expectativa que se encuentra representada por el color verde.


Además de lo anterior, y en un afán similar al del psicoanálisis propuesto por Freud o Jung (más parecido al de éste último por la simbología arquetípica), la francmasonería pugna por la autoexploración del iniciado en sus filas, alentando con ello una Curiosidad que puede incluir (y de hecho así se espera) el autoconocimiento de nuestros males y miserias.


En efecto, redundando en ese pacto entre espíritu y materia previamente representado, ahora se busca escavar en lo más profundo de nuestra naturaleza humana, en lo más atávico, primario e instintivo de nuestro aparato psíquico, no con el fin de regodearnos en nuestra crapulencia sino en perder así el miedo que pudiésemos tener a quien me ha dado por llamar “El Otro”, es decir: lo más oscuro de nuestro subconsciente.


Adentrarnos en el tenebroso id o ello freudiano (Ello, Yo y Superyó ó en latín Id, Ego y Superego) implica una profunda valoración de nuestra naturaleza, misma que ofrecen diversos credos y filosofías, y que como en esos casos pretende alentar el equilibro entre esas fuerzas aparentemente enemigas y que conforman en armonía al ser humano completo y en sintonía con la Naturaleza. Por eso es que se insiste aquí en la dualidad numerológica y su siniestro significado, toda vez que este número implica la contraparte de la mónada, el aparente adversario que le hace frente y que es a su vez fruto de su emanación.


La conciencia que nace al meditar el encuentro de los opuestos, y que en cualquier plano al manifestarse un polo se engendre en forma natural su antípoda, produce en el iniciado una percepción más armoniosa de la Naturaleza, y saber que esa autoexploración, fruto de la Curiosidad hacia la parte ‘maligna’ de nuestra humanidad, debe procurar producir la sensata solución de las debilidades humanas así como de las sociales.


Por otra parte y como resultado de esta autoexploración a que invita la institución francmasónica, en contraste el iniciado obtiene además la antítesis de su lado oscuro, es decir su lado luminoso, en el que se plantea el ideal de justicia tanto personal como social.


En efecto, producto de todo este crecimiento es el construir un ciudadano no solo productivo para la comunidad, lo cual se presume previo a su iniciación, sino además responsable y comprometido con su entorno, edificando así una mejor sociedad. Para ello ilustra a sus adeptos en los derechos y garantías humanas y sociales que posee, haciendo hincapié en que la soberanía de todo pueblo radica única y originalmente en el pueblo (estudiando a profundidad el principio consagrado en nuestra Carta Magna, en su artículo 39), base de la organización de las sociedades políticas y democráticas, así como el derecho de dictar las leyes necesarias y hacerlas efectivas.


Así las cosas, la francmasonería nos ofrece que el estudio de los demás componentes de la humanidad podemos deducirlo del conocimiento de uno mismo, pues considera a todos los seres humanos iguales en su esencia y procedencia, de ahí que el ideal de justicia que plantea se refiera a que el bien común es sinónimo del bien personal, inculcando en el iniciado la idea de Justicia, haciendo de él un hombre que pueda influir positivamente en su grupo o comunidad como un auténtico preboste.


Como consecuencia de lo anterior es que el iniciado debe adquirir una visión más amplia de la vida, lejos de los personalismos egoístas, purificando así las intenciones de sus actos y pensamientos pues poco a poco alcanzará a conocer lo profundo de la ley de “Causa y Efecto”.
Ello es así pues al conocerse a sí mismo y por tanto a la humanidad (aplicándose aquí la frase de Publio Terencio que reza: “Homo sum, humani nihil a me alienum puto”, es decir: Soy hombre, nada humano me es ajeno), el iniciado comprenderá que cada uno de sus actos y pensamientos constituyen causas de futuros efectos, generando su propia energía metafísica, tal como plantea desde antiguo el pensamiento oriental del “karma” como acción y el “dharma” como norma o ley.


Mas si por un aparte enaltece una visión social y nada personal de las cosas, por otra también exalta la acción volitiva e intelectual de la “libertad”, como requisito sine qua non para acceder al entendimiento de lo que es el Trabajo así como la Propiedad.


Siendo coherente con lo antes propuesto, la francmasonería abunda en la ley kármica así como en la ley de dualidad o polaridad (mecanismo por el cual el universo mantiene su equilibrio), dado que la acción del movimiento produce siempre polos, planteándonoslo desde esa perspectiva metafísica así como la astronómica en el afelio y perihelio de nuestro planeta en relación al Sol. 


Todo ello para aterrizarlo en la responsabilidad de nuestros actos personales y sociales, y cómo quedan grabados en el llamado Registro Akáshico (en sánscrito: cielo, espacio, éter, especie de memoria de todo lo que ha acontecido desde el inicio de los tiempos), para considerar a la ley social que nos rige así como a quienes se encargan de aplicarla, buscando cobrar conciencia de esta responsabilidad para así crear la forma más adecuada para la aplicación de la ley y su ejecución, así como los medios de limitar las facultades de quienes la apliquen evitando con ello los excesos y abusos.


Es cuanto, por el momento.


M\M\ Favio Mendoza Méndez
V\M\ Pluvius 62







[1][1] Gran Arquitecto del Universo, concepto que busca abarcar lo que cada quien conciba como Dios, sin hacer alusión a un credo específico.

jueves, 23 de septiembre de 2010

¿Qué es la masonería?

miércoles, 22 de septiembre de 2010

INVITACIÓN


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