lunes, 28 de febrero de 2011

LA LÓGICA MASÓNICA Y EL RACIOCINIO EFERVESCENTE

Mis hermanos me reconocen como tal…

Para entender el verdadero valor de la masonería actual, por lo menos, en cuanto a nuestro grado se refiere, el de aprendiz, creo necesario echar un vistazo de manera lógica a algunos preceptos, que sino desvirtuados, por lo menos si malentendidos por muchos adeptos que se proclaman maestros masones y que han olvidado la esencia de la orden misma. Dichas disposiciones que en ningún momento suelen ser mandatos, por la misma dinámica de la masonería son:

1) el hecho de que se viene en cada tenida a aprender sobre los misterios de la vida misma, la pregunta es ¿Quién te enseña? Nadie… ¿Será acaso que cada uno es responsable de su propio aprendizaje? Puede ser. Eso explicaría que de la jerarquía espiritual, obviamente superior, ninguno tenga la intención de orientar, ¡claro! están ocupados en su propia formación, y eso es entendible, más no justificable,

2) que la única obediencia existente es hacia uno mismo y no existe ninguna otra más, ni oculta ni a la vista, la obediencia es al alma, la de cada uno, por ello, muchos siguen obedeciendo a sus impulsos, aberraciones, vicios, fobias, deseos, traumas y demás, reflejo de la diversidad de almas sectarias existentes en el mundo, por ende, en nuestra comunidad, lo que los hace coherentes más no razonables.

3) que el masón predica con el ejemplo, he ahí donde el aprendiz toma lo mejor como estudiante espiritual del selectivo y reducido grupo de iniciados custodios del plan, apolíticos, intachables, hijos de las buenas costumbres que por sus frutos son conocidos… sin olvidar que de los malos ejemplos también se aprende y se aprende mucho, cosa que se agradece.

4) que la enseñanza basada en una doctrina que a su vez se fundamenta en la “Sabiduría Eterna” que ha dado origen e inspirado a muchas artes y ciencias se reduce, no a un número sin fin de etapas para alcanzarla, sino al hecho de que el hombre como unidad de toda vida y no unidad de vida, debe encontrar su filiación divina y practicarla por medio de la fraternidad y no contra ella.

Entonces, el punto álgido de todo es la herencia racional y lógica de que hemos sido dotados por el contexto, nuestra lógica aristotélica que nos dice que “A” no puede ser “no-A” nos cierra el camino hacia muchas posibilidades, por ejemplo y siguiendo ésta disposición establecida, el “masón” no puede ser “no masón”, una vez masón siempre masón, ahora bien, con un raciocinio efervescente ambivalente, lo anterior suena ilógico, el masón debe saber que toda unidad por sí misma posee su propia negación.

Cuando algo nace, surge, se crea o es, al instante y con el mismo nace el mecanismo de su propia destrucción, esto como parte del todo, la semilla lleva en su propio potencial que lo convertirá en un fuerte roble, la misma energía que lo hará secarse un día, la sociedad moderna al tiempo de surgir, crea los mecanismos que con el tiempo la autodestruirán, lo cual al margen, estamos viviendo hoy en día y llamamos posmodernidad, pero volviendo a la lógica masónica, el masón en el momento mismo de serlo, también es no-masón, y ahora más que nunca, ya que el porcentaje de sus actos que lo reconocen como tal, se inclina hacia el lado de todo aquello que hace, contrario a lo que debe.

Es decir, el masón es y al mismo tiempo no es, en la esencia de su “es” se encuentra el “no es”, por ello comete actos que reafirman su negación, hace lo que lo hace un no-masón, ya que no podemos hacer lo que no somos, la cuestión es, que aquel que hace conciencia de estos actos y comprende las repercusiones de los mismos, entiende que es parte del serlo, por lo tanto afirman el ser masón, pero aquel que hace lo de un         no-masón y cree estar en lo correcto, simplemente no es lo que cree ser.

Hermanos no os preocupéis de lo aquí vertido, que nada de esto es…  simplemente es el resultado de un raciocinio efervescente, y como toda efervescencia… pasa.

jueves, 24 de febrero de 2011

EL MASÓN ANTE SU VERDAD

“El intuicionismo racionalista, buscando un conocimiento seguro,
rechaza como falso todo lo que no se presente a la conciencia con una certeza absoluta. Su verdad modélica es la afirmación «Pienso, existo» de Descartes, que no se apoya en un razonamiento sino en un intuición clara y distinta que le otorga una evidencia inmediata”.

Descartes

De los diversos cuestionamientos que el hombre se ha hecho por siglos como: el de la existencia de un ser supremo denominado Dios, el origen del universo y su conformación, la posibilidad de poseer un alma, sin duda, uno de los más recurrentes es, si cada ser como tal, tiene una misión en su paso por la vida, dentro de la masonería se pretende, sino contestar estás preguntas, si por lo menos, mitigar la inquietud por la falta de respuestas concretas y absolutas, para llegar a un conformismo activo, es decir, encontrar una respuesta un tanto satisfactoria, pero que nos despierte el interés por ir “en busca de la verdad”, de lo contrario seriamos conformistas en extremo, creyentes de poseer la verdad y como todos sabemos, ésta no existe, la única verdad absoluta es Dios, por lo tanto, la inquietud se convierte en esperanza y fuerza de voluntad para investigar y llegar a conocer más, para ser mejores.

Ahora bien, como hijos de la viuda libres e independientes, hacedores del bien, benefactores y demás, poseedores del secreto de ejercer la virtud para obtener la luz suprema, tenemos un largo camino por recorrer, pues ostentamos dichos atributos, falta ahora sustentarlos, para lo cual, el masón basado en la filosofía de la vida misma, enriquece sus máximas, lejos de los vicios morales y materiales, para fortalecer la relación que todo ser mantiene con la DIVINIDAD, con la SOCIEDAD y con UNO MISMO.

Indiscutiblemente que dicha relación tripartita, concatenada y muchas veces interrelacionada nos lleva a la superación de una por la otra o en consecuencia de las demás y viceversa, por lo tanto al expresar los requerimientos para llevar a cabo una de ellas, es obvio que aplica para las dos restantes, es decir, cuando hacemos el bien a los demás por convicción contribuimos al aspecto social y por ende damos cumplimiento a nuestros deberes para con el ser supremo, sin embargo, es importante mencionar lo que da origen a toda ésta relación y coloca al masón ante su verdad.

Si partimos de que Dios es luz, la máxima intensidad habida y por haber, proveniente de una conciencia superior, nosotros como parte del todo, somos seres de luz y poseemos a imagen y semejanza una conciencia en ciernes, el fin de nuestra existencia consiste en elevar con el paso del tiempo los grados de conciencia hasta encontrar la paz, aquella que nos da el hecho de no tener más dudas de nada y ante nada, el desarrollo de la conciencia, consiste en ejercer la inteligencia, la razón, el libre albedrio, herramientas entre otras más, de que se vale la misma para entender la realidad.

Pues bien, queda claro entonces, que la relación del masón con la DIVINIDAD se basa en una supracomunicación dual, es decir, entre conciencias, de manera que la forma de escuchar es desde el interior, donde los pensamientos se convierten en sonido y sólo son escuchados por la conciencia misma, es ahí donde encontraremos las respuestas buscadas ante los problemas y vicisitudes de nuestro andar, de igual manera podremos ser escuchados conforme ejerzamos ésta práctica, cada cual sabrá entonces sus designios y lo que debe o no hacer. Nos pasamos la vida pidiendo en tiempos difíciles que se nos de luz, que se nos proteja o ayude, cuando la ayuda, protección y demás, ya se nos fue otorgada desde el momento mismo de ser concebidos, se nos dio una conciencia y en ella ésta la respuesta de todo.

Hablemos de la relación con nuestra sociedad: ejercer la conciencia para encajar dentro de la misma, es tan importante como el hecho de mantener una constante comunicación con Dios, por el simple hecho de que no vivimos solos y todos necesitamos de todos, por lo tanto, la conciencia masónica del adepto consiste en ejercer su libertad de la cual se está convencido y se sabe dotado de ella como don divino.

El ser puro, que nace sano, libre, bueno y feliz, conforme crece va tomando sus propias decisiones que lo hacen alejarse de la salud, de la bondad, de la libertad y sobre todo de la felicidad, es decir va perdiendo pureza, por lo que su semejanza con Dios es cada vez menor, por lo tanto, se dice infeliz, pero la verdadera felicidad va más allá de esto, no es el concepto que se nos ha hecho creer respecto a que venimos a éste mundo a ser felices y que podemos lograrlo teniendo éxito, el cuál es marcado por cada sociedad en diferentes lugares y tiempos.


Veamos entonces, el hombre libre es aquel que se hace responsable de sus actos sin importar el resultado de los mismos, acata con valor y entereza cuando las cosas salen mal y trata de remediar o enmendar lo provocado por su actuar, si esto es posible, de lo contrario se sabe acreedor de una pena impuesta por la sociedad y la cumple. Ante el mismo es un ser libre y el ejercer la libertad lo hace feliz, por lo tanto, la libertad es felicidad y la felicidad es libertad.

Para comprender mejor esto, es importante entender que la relación con uno mismo es la base de todo, partimos de que la conciencia se ejerce mediante la libertad y que esto mantiene al hombre cerca de su felicidad innata, pura. Lo importante ahora es, entender que la libertad se ejerce mediante los actos y que estos deben ser el producto de una conciencia activa la cual se basa en el libre albedrio, es decir, antes de tomar una decisión y actuar se debe realizar una introspección axiológica la cual nos oriente a tomar, para nosotros y los demás, la mejor decisión, antes de actuar hay que pensar, ejercer un proceso tanto ético como moral, lo cual nos ayudará a responsabilizarnos de los resultados, cualesquiera que sean estos.

Si podemos notar, todas estas relaciones del masón, tanto con la DIVINIDAD, con la SOCIEDAD y con SIGO MISMO, no son más que el producto de ejercer la conciencia, de lo contrario se actúa sin pensar y se pierde la comunicación, la felicidad, la libertad y la pureza misma, lo que da como resultado el alejarse de la verdad, de su propia verdad.

martes, 8 de febrero de 2011

A LA VERA DE LA ESENCIA

“Se aprende al vivir en carne propia el resultado de cada decisión
y comportamiento en la vida,
el sufrimiento nos permite entender la felicidad,
la angustia nos permite entender la paz,
mientras que la tolerancia nos ayuda a comprender
y aceptar que todas las circunstancias,
aun las más difíciles, son perfectas, pues son lecciones
para el perfeccionamiento espiritual.”


De la tan mencionada crisis actual de la masonería que hace alusión a la falta de un idealismo generalizado, quizá de “independencia” y/o de “Tierra y libertad”  que verdaderamente nos una, se dicen muchas cosas, como el hecho de que: cada vez son menos los adeptos que valen la pena como los que verdaderamente aportan, que somos un grupo conformado por snobs donde el vituperio, las componendas y uno que otro fraude son el común denominador.

La cuestión es que la masonería como tal, jamás estará en crisis, mucho menos en peligro de extinción, ésta va más allá de sus miembros y de toda filosofía posmoderna de alienados, alineados y mamarrachos en pos de un pseudo-reconocimiento que no han encontrado en otro lugar, la masonería es sublime, eminente y por demás omnipotente.

Sin embargo, lejos de preservar los principios e ideales que le dieron razón de ser, estamos siendo absorbidos por la actualidad y el modus operandi de una sociedad cosmopolita que jamás ha salido de su pueblo, la masonería actual requiere de una emancipación, desprenderse de ese tutelaje decrepito, misoneísta, falto de tolerancia y laicismo, requerimos de una urgente renovación, que precisamente, no nos actualice, sino que contrarreste los embates de “esa” actualización de la cual todo sistema es participe, se quiera o no.

Por lo tanto, y de principio, podríamos refugiarnos en la tolerancia, pero no en aquella Sablanut: permisiva, atenuante, sumisa, indiferente, indulgente, que en aras del respeto a las diferencias, soporta y padece en silencio los estragos de los demás, causándonos doble daño, la tolerancia no es Sebel.
La verdadera tolerancia es una virtud, un acto introspectivo que requiere valor y tener bien puestos los arreos, es un ejercicio que va hacia la conquista de uno mismo, es el gnothi seaurón, para uno mismo y no para demostrar nada a nadie, pues dicha práctica no requiere de la aceptación, evaluación o indulgencia, mucho menos de fanfarreas.

No se trata de medir el grado o capacidad de aceptación de lo que nos parece contrario, diferente, amoral o inmoral, se trata de crecer, de practicar la paciencia, fraternidad, entendimiento, ecuanimidad y que a pesar de todo se puede respetar, considerar, pero sobre todo aprender, aprender a vivir con los demás, sin que esto nos cause mayor esfuerzo, como cuando nuestro equipo de fútbol pierde por una mala decisión arbitral.

La verdadera esencia de la masonería actual está aquí, en la práctica continua de la tolerancia que no evalúa negativamente, que comprende y respeta el derecho que tienen los demás a equivocarse, pero que a su vez, y ante lo intolerante actúa, siempre y cuando, el hecho de no hacerlo lleve consigo mayor perjuicio que el ya vertido, los males se permiten cuando el querer impedirlos de cómo resultado un daño mayor. Para que haya tolerancia se requiere de dos: lo intolerable y la conciencia libre de un ser resiliente, noble y de buenas costumbres.

Dicho lo anterior, sólo resta como aprendices acatar las normas de guardar silencio, respetar y obedecer, cuestiones que podrán lograrse para bien, mediante la tolerancia, recordemos que el silencio es la primera piedra del templo de la sabiduría y la tolerancia la segunda. Después de todo, el hombre es hombre, por lo tanto imperfecto y perfectible, que pese a sus mayores esfuerzos siempre estará a la vera de la esencia, no sólo como masón, sino de la vida misma.

Emprendamos el camino con disciplina, seamos inmutables a lo ajeno, raro o diferente…

… “Visita Interiora Terrae, Rectificando Invenies Occultum Lapidem”

LIBERTAD:. IGUALDAD:. FRATERNIDAD:.



JOSÉ NICOLÁS SOTO VILCHIS A:.M:.