miércoles, 6 de abril de 2011

DE LAS GANAS DE CREER

“La esperanza es el sueño del hombre despierto”

Aristóteles.

El afán del hombre por creer en algo ya sea paranormal, extrasensorial, fantástico, oculto, misterioso, mágico, esotérico y demás, lo ha llevado a alcanzar grandes proezas, pero también a cometer grandes atrocidades en contra de la humanidad. Si Platón hubiese imaginado los estragos que causarían sus, no más de 20 renglones escritos en los diálogos del Timeo y Critias referentes a la Atlántida seguramente se habría retractado o ¿A sabiendas de las consecuencias lo hizo con toda intencionalidad? Eso jamás lo sabremos.

De lo que si estamos seguros es de la influencia que ha tenido dicho relato escrito en el siglo IV a.C. por más de 2500 años en nuestra cultura pese a sus detractores como Aristóteles y Plinio el Viejo que argumentaban ser un invento del mismo simplemente para expresar una utopía, sin embargo,  novelistas, investigadores, historiadores, dirigentes, líderes, geólogos, filósofos, aventureros, entre otros, lo han tomado como fuente de inspiración para sus fines. ¿Verdad o Falsedad? Eso es lo de menos, coincidencias mil que podrían afirmar la existencia de dicha isla-continente pululan por todos  lares de nuestro mundo, como aquellos que mencionan sitios similares como “Amenti” “Avalon” “Aralu” entre otros que fueron destruidos por la furia del Dios Hurakan para dejarlos sepultados bajo el atl.

De las ganas de creer, cuánto se ha derivado, desde una opinión fútil hasta un exterminio sistemático racial infrahumano por demás conocido, cuánto puede influir una idea a futuro, el mito de Platón ha dejado como legado querer creer en que algún día habrá un mundo perfecto, de seres perfectos, puros que vivirán en armonía, después de todo, esto fue lo que inspiró a Hitler para realizar el Holocausto, razón válida, medios equivocados, la cuestión es la capacidad del ser humano de transgredir lo bueno, so pretexto de un ideal, experiencia que nos deja como enseñanza, que no hay peor virus en el universo que el de la idea mal concebida.

Cuan equivocados estaban los sacerdotes egipcios al creer que el hombre descendía de una raza superior de hombres dioses, cuántas ganas de creer de Solón para influenciar a Platón y éste a su vez a tantos y tantos seres, que tan equivocada estaba Helena Petrovna Blavatsky al pensar que del hombre alguna vez existieron Razas Raíces como los Lemurianos de cuyas subrazas provenían los atlantes o los arios de quien Heinrich Himmler quiso creer que descendían los alemanes y gestionar la matanza metódica de millones de homosexuales, polacos, judíos, gitanos, comunistas, masones y enfermos mentales para rescatar la pureza de su raza.

Acaso la masonería no es más que otra fábula mítica creada por el hombre para fomentar y preservar ese sentimiento tan arraigado de “querer creer” más allá del raciocinio, la conciencia y la inteligencia, pues para tales dones equivalentes entelequias, cuánto habrá de cierto en su ciencia moral, o en sus alegorías y símbolos.

El caso es, a propósito del tema como pretexto, analizar la necesidad del hombre de creer que la humanidad como tal, en algún tiempo pasado fue perfecta aunque la esperanza de que en el futuro lo sea esté por demás devastada por el hombre dormido de hoy, al final todos descendemos y jamás dejaremos de ser simples Homo Sapiens y de nuestra Raza Superior no queda migaja alguna, pues de los sueños no existen residuos materiales, después de todo nos debemos a la unidad de Dios y la inmortalidad del alma, lo demás son expresiones de una esperanza arraigada a nuestros sueños mientras estamos despiertos.